Tuesday 8 March 2016

El epílogo de la obra es el ahora.


‘’No me adaptaré al mundo…me adapto a mí misma’’
                                                                                                           Anais Nin.


La historia siempre comienza con una.



Te sientas. Te sientas y te sientes. Te preguntas sobre el por qué  todo tan diferente. No eres como nadie. Todo es una ilusión creada por el hombre, por el ego.

Nos convertimos en tierra fértil, no solo por albergar vidas en nuestros vientres, sino por la cantidad infinita de mentiras e incongruencias que nos han anclado, que nos han ‘donado’, por ser mujeres. Fuimos sacadas y creadas de las costillas de un hombre, al parecer, cuando la realidad es que la mujer le prendió el alma a él y que sin él, ella tampoco podría continuar el ciclo de la vida. Somos dos que terminan y comienzan siendo uno.  Debemos recordar hacer fotosíntesis de sanación, sino, seguiremos repitiendo los patrones que tanto nos han costado.

Mi mamá casi siempre que habla conmigo me recuerda lo mucho que me ha gustado y he saboreado la libertad desde que estaba en su vientre. Se suponía que yo tendría mi fiesta de bienvenida en este plano, en este mundo, a mediados de aquel diciembre del año 90. Nací el primer día de dicho mes ya que no podía más con tanto encierro, quería ver la luz, ser la luz, explotar con la luz.

Mi papá, a pesar de la distancia, siempre ha estado ahí. En algunos momentos más que en otros.  Siempre me he sentido muy identificada con él, y recientemente entendí el por qué. La aventura, la adrenalina, todas estas características que han sido asociadas a la masculinidad han estado muy presentes en mi vida. Me segregaron y me segregue, por ser mujer.  

Mientras a mis hermanos los llevaban a prácticas de fútbol, de basquetbol, de lo que sea activo, a mí me llevaban a ballet. Duré un mes, no podía estar tan quieta, odiaba las medias, odiaba arreglarme el cabello hacia atrás. Las profesoras necesitaban saber el peso de cada niña. Desde temprana edad te hablan de estos tan odiosos números. Luego pasé al flamenco. Debo admitir que me enganchó. Tu corazon realmente late mas fuerte al momento que sientes el flamenco. 


Por otro lado, la sociedad te enseña a cruzar las piernas y a taparte, aun si eres alguien que ama estar desnuda.. Me obligaron a olvidar mi cuerpo, por más que sobresalía desde temprana edad. Me dijeron que no me sintiese, que estaba mal tocar. Me inculcaron el miedo a todo y a todos.  A no abrirme y a desconfiar. A descubrirme a través de las manos del otro. La femineidad a tacones y maquillaje es lo único que existe, me decían. Nada existe realmente.

Me regalaban Barbies, ediciones especiales de ellas, y yo a su vez las regalaba a otras amistades. Nunca entendí el concepto de una niña jugando con una muñeca con un cuerpo estereotipado, con un cuerpo de mujer estereotipada. Me regalaban ‘cocinitas’ o pintaban mi cuarto de rosado,  y yo realmente pasaba mi tiempo jugando con mis hermanos en su cuarto azul como el mar. Crecí apartándome del hecho que el ser mujer significa pasar todas las semanas algunas horas en la peluquería. Y en vez, crecí dentro de mí, desafiándome y cuestionándome, ¿Por qué a mis hermanos los dejan hacer cosas que a mí no me dejan hacer? Por tener una vagina y dos senos. Tan simple como eso.

A los 17 años me fui al otro lado del continente, a Europa. Solo para darme cuenta y conocer a muchas otras mujeres que viven en una situación peor que la de nosotras en este país de machos. Allá son más machos, si es que pueden imaginarse eso.

En este mundo me la paso sentada sola. Entre respiros me escucho. Mi respiración se acorta. Nos agobiamos. Muchas preguntas encontramos. Damos respuestas vagas ya que no escuchamos. Estamos obsesionados con el reflejo de nuestro rostro en la pantalla. Creemos ser expertos en algo. En nuestras vidas tal vez. ¿En dónde quedamos? ¿Qué hacemos cuando el teléfono no está en mano? ¿Que pensamos? ¿Por qué no nos estamos cuestionando?, o mejor dicho, ¿Por qué cuestionan las cosas incorrectas?

¿El estar sola? La vida es muy sabrosa a mi ritmo, así la bailo y la vacilo.
¿El viajar sola? ¿El sentir sola?

En algún momento, en este camino, me encuentro con alguien con quien compartir todo esto. Pero estoy sola. Vivimos con los ojos cerrados, llenos de mentiras que nos creamos. Vivimos sin respirar. Vivimos sin vivir. Saboreamos la basura del aire contaminado. Tal vez si conversáramos, si dijéramos hola en vez de escribir un mensaje de texto, tal vez si camináramos, si usáramos la bicicleta, si compartiésemos. Tal vez si no le tuviésemos miedo a la soledad, al llanto, a la maravilla del amar todo fuese distinto. Tal vez, si no necesitásemos ese cigarro, ese porro, esa birra, esa comida, esa follada, esa masturbada, esas estupideces que siempre necesitamos.

Algunas veces siento que estoy más cerca de la luna que de mis pies. Es ahí cuando recuerdo la peregrinación que tengo hacia conmigo misma. Es ahí cuando recuerdo que debo salir de mi cuerpo y saborear la sangre que he derramado. La tierra, la pachamama es mujer, y mira como la tratamos.

Veo mi cuerpo sembrado en el de cualquier mujer. Mis senos, dos mares llenos de vidas ocultas. Casi olvidadas, casi perdonadas. Camino mirando hacia mí misma. Me rio y hablo.

Pido que no me llamen ‘guerrera’ por hacer un trekking o acampar por algunos días. Pido que no me llamen ‘lenta o quedada’ solo porque no  tengo un compañero que satisfaga las expectativas de la sociedad. Así como pido que no me llamen ‘marimacha’ por promover el uso de la bicicleta. Pido que no cuestionen mi decisión de decirle no al matrimonio, así como el hecho de no tener hijos. Y si cambio de opinión, esa será mi responsabilidad, no la de sus vidas ni bocas. Pido que no me llamen ‘puta’ por querer vestirme como lo hago, o por mostrar alguna parte de mi cuerpo. Pido que no me llamen ‘puta’ si quiero disfrutar de mi sexualidad plena y conscientemente. Pido que no me llamen ‘perra’ por hablar de sexo. Pido que no me pregunten si tengo el periodo cuando me expreso de cualquier manera. Pido que dejen de llamarme ‘mami’ en las calles. Pido poder obtener el mismo sueldo que el otro. Pido poder decidir si aborto o no. Pido poder decidir que método anticonceptivo usar. Pido que se encuentren estos métodos anticonceptivos en venta. Pido viajar por donde sea, cuando sea, como yo quiera. Pido ser un ser humano normal. La desigualdad ya debería estar en vías de extinción.


Y vuelvo a repetir:

Como mochilera, me preocupo por la muerte de Marina y de María José. 
Como activista, repudio la muerte de Berta Cáceres.Como mujer, lloro, grito y escribo por los días que les fueron arrebatados injustamente. Como humana, como humana siento la pena más grande al recordar estos hechos violentos y otros miles que ni nos enteramos. Como humana siento cierto recelo al hecho de ‘celebrar el día de la mujer’ sabiendo que acontecimientos como los de las últimas semanas seguirán ocurriendo. El cambio comienza desde uno y al parecer pocos están listos para esto.

Yo soy todas las mujeres que he conocido a lo largo de mi vida. 
Gracias! 

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